A la crisis económica derivada del ajuste brutal y del festival financiero que implantó LLA, se le sumó la crisis moral de los escándalos que protagonizaron las principales figuras: primero nos enteramos de criptoestafa de Libra, las coimas que cobra Karina y las relaciones entre quien iba a encabezar Espert, con el narcotráfico.
16.10.2025 23:26 | El 17 de octubre es una fecha que a los peronistas siempre nos interpela. Y no solo por ser una fecha histórica, ligada a la movilización masiva de trabajadores y trabajadoras que colmó las calles de la Ciudad de Buenos Aires en 1945 reclamando por la libertad de su líder, sino porque ese día nació el movimiento popular más importante de la historia Argentina, que ha sobrevivido a todos los intentos de extinción que ha perpetrado la derecha en nuestro país movida por el odio al pueblo.
El peronismo tiene historia, tiene presente, hoy más que nunca tiene futuro en esta Argentina maltratada por un gobierno cruel y violento. El peronismo tendrá una enorme responsabilidad y será reconstruir la sociedad rota que dejara Javier Milei.
La actualidad de nuestro país evoca ese 17 de octubre de distintas maneras. Por un lado, vemos un pueblo que reacciona ante los reiterados y profundos ataques del gobierno de ultraderecha de Milei. El Presidente ya no puede caminar tranquilamente por las calles: el primer hito que marcó este quiebre fue en Lomas de Zamora, pero el mismo repudio se repitió en Mar del Plata, en Rosario, en Mendoza y en otras ciudades.
A la crisis económica derivada del ajuste brutal y del festival financiero que implantó La Libertad Avanza, se le sumó la crisis moral de los escándalos que protagonizaron las principales figuras del espacio político: primero nos enteramos de criptoestafa de Libra, después de las coimas que cobra Karina y después de las relaciones entre quien iba a encabezar la lista de diputados oficialista, Jose Luis Espert, con el narcotráfico.
La reacción popular ya se vio en distintas ocasiones en estos casi dos años, por ejemplo cuando se trató el veto de la Ley de emergencia pediátrica –la Ley Garrahan– y de financiamiento universitario, o como cada miércoles apoyando el reclamo de las personas mayores. ¿Qué representa esa multitud? Como dijo Perón el mismo 17 de octubre de 1945: “Esto es pueblo. Esto es el pueblo sufriente que representa el dolor de la madre tierra, al que hemos de reivindicar. Es el pueblo de la Patria, el mismo que en esta histórica plaza, pidió frente al Cabildo que se respetara su voluntad y su derecho. Es el mismo pueblo que ha de ser inmortal, porque no habrá perfidia ni maldad que pueda doblegar esta noble y leal voluntad del pueblo argentino".
Hace 80 años los gobernantes tenían la misma relación con el pueblo argentino: las ganancias de la producción agrícola-ganadera y de la incipiente industrialización se concentraban en pocas manos. En paralelo, el sistema democrático que había empezado a funcionar con la Ley Saenz Peña en 1912 –sin el voto de las mujeres–, poco tiempo después fue interrumpido por el primero golpe de Estado, en 1930, a lo que siguió una década –la década infame– signada por el fraude y la cooptación de la república por parte de los sectores concentrados.
Por eso aquel 17 de octubre Perón habló de una “verdadera fiesta de la democracia, representada por un pueblo que marcha ahora también para pedir a sus funcionarios que cumplan con su deber para llegar al derecho del verdadero pueblo”.
El pueblo movilizado, mostrando su vigor y su voluntad de transformación es el primer paso indispensable para la democracia. Pero no es suficiente: en un segundo momento es necesario traducir toda esa fuerza en las urnas. Ahí es donde aparece el otro elemento que podemos traer al presente. El 17 de octubre el pueblo logró que liberaran a Perón, lo puso de nuevo en la arena política, lo ungió como su líder. Se puso en marcha una campaña presidencial épica y la derecha también mostró sus cartas. Fue entonces cuando apareció la figura del embajador de Estados Unidos, Spruille Braden.
El antagonismo que se puso en juego en las elecciones presidenciales fue marcado a fuego en la campaña peronista –y quedó para la historia– bajo la consigna “Braden o Perón”. Esa consigna, que siempre está latente al igual que el cántico “Patria, sí / colonia, no”, hoy está más viva que nunca. El gobierno de Estados Unidos se muestra como el principal sostén de Milei, para tratar de mantenerlo en el poder y tener así un aliado-títere en la región.
Una vez más, Luis “Toto” Caputo mostró su capacidad de aceitar la maquinaria financiera de saqueo y dilapidó los dólares del blanqueo, de las cosechas y del Fondo Monetario Internacional en tiempo récord. A menos de dos años de haber asumido, la sangría de dólares que generó el propio gobierno provocó una inestabilidad económica que nuevamente tiene como solución –en la mirada ortodoxa y antipopular de la derecha– seguir tomando deuda. Ya no es un embajador, ahora, el alfil del país del norte que lleva la vanguardia antipopular, sino el secretario del Tesoro, Scott Bessent.
Con el visto bueno de Donald Trump, Bessent aprobó un swap por nada menos que 20 mil millones de dólares, y el gobierno estadounidense ya mostró su voluntad de manejar la economía argentina, en una intromisión que no tiene precedentes en la historia. O tal vez sí: durante la colonia.
Del otro lado del arco político, las elecciones bonaerenses de septiembre mostraron que las mayorías populares que rechazan a Milei todavía se identifican con el peronismo. Y es una lección importante de la que hay que tomar nota: el peronismo es una fuerza que vive en el pueblo, un modo de ver y estar en el mundo, de entender la vida en comunidad, de fundir la experiencia individual en un colectivo.
Los liderazgos activan esa fuerza y, siempre que esos liderazgos no la traicionen, ese pueblo no los olvida. Pasó con Evita, pasó con Perón y ocurre también con Néstor y hoy con Cristina Kirchner, que fue perseguida mediática y judicialmente, la intentaron asesinar y finalmente la condenaron y encarcelaron y proscribieron, pero desde el balcón de su casa ve cada semana a miles de personas acercarse a agradecerle, acompañarla y mostrarle su amor. Hoy se podría sintetizar lo que se pone en juego en las próximas elecciones bajo la consigna “Bessent o Perón ”. Las elecciones legislativas de este año son un primer paso necesario para una nueva vuelta del peronismo.
En un discurso del 12 de febrero de 1946 –doce días antes de las elecciones–, Perón se refirió a este antagonismo histórico: “las nuevas condiciones imperantes en el mundo han creado una interdependencia entre todos los países de la tierra; pero he fijado el alcance de esa interdependencia a lo económico, sosteniendo el derecho de cada nación a adoptar la filosofía político-social más de acuerdo con sus costumbres, su religión, posición geográfica y circunstancias históricas, si es que en verdad se quiere subsistir con la dignidad y jerarquía del Estado soberano”. Para finalizar, agregaba: “si, por un designio fatal del destino, triunfaran las fuerzas represivas de la represión, organizadas, alentadas y dirigidas por Spruille Braden, será una realidad terrible para los trabajadores argentinos la situación de angustia, miseria y oprobio”.
Ochenta años más tarde, en un mundo en muchos aspectos muy distinto, con un sistema capitalista que mutó de forma, con nuevas identidades y actores sociales, hay elementos que son los mismos. Perón hablaba de trasvasamiento generacional, y justamente se trata de eso: trasvasar es pasar un líquido de un recipiente a otro. Es decir, la sustancia es la misma, pero cambia el receptáculo y, por ende, la forma.
Nuestra sustancia es lo que sintetizó Perón en su clásico texto “La hora de los pueblos”: luchamos “sin descanso para imponer la justicia social que suprimiera la miseria en medio de la abundancia; por eso hemos declarado y realizado la independencia económica que nos permitiera reconquistar lo perdido y crear una Argentina para los argentinos, y por eso vivimos velando porque la soberanía de la patria sea inviolable mientras haya un argentino que pueda oponer su avance a toda prepotencia extranjera”.
Es nuestra responsabilidad encontrar la forma que contenga esa sustancia en la actualidad y tener la capacidad de organizarnos para recuperar la confianza de los argentinos y argentinas. La única salida a esta crisis a la que nos está llevando Milei, es el peronismo.
Y para eso no hay mejor enseñanza que la que nos dejó Perón en ese histórico discurso del 17 de octubre de 1924: “recuerden, trabajadores, únanse y sean más hermanos que nunca. Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse nuestra hermosa patria, en la unidad de todos los argentinos”.