09.05.2025 18:52 | La inteligencia artificial no puede quedar en manos de unos pocos. No puede ser monopolizada por multinacionales de Silicon Valley ni convertida en herramienta de elite académica o empresarial. La IA es una tecnología de propósito general, como lo fue en su momento la electricidad o Internet, y su potencial transformador para el mundo del trabajo no puede ser restringido a un puñado de corporaciones ni regulado con lógica de caja fuerte.
El mundo laboral está en plena transición. Cada oficio, cada tarea, cada sector, se está viendo impactado por algoritmos que optimizan, predicen, automatizan o directamente reemplazan procesos humanos. Pero no estamos ante una amenaza inevitable. Estamos ante una oportunidad de rediseñar el trabajo con justicia, equidad y eficiencia. Para eso, la IA tiene que estar al alcance de todos: pequeñas empresas, cooperativas, sindicatos, trabajadores autónomos y emprendedores.
Regulación sí, pero con vocación de acceso
Desde algunos sectores se pide una “ley de IA” restrictiva, cerrada, con una visión controladora del desarrollo. Esa no es la salida. Regular no es prohibir. Regular es garantizar el acceso democrático, evitar el abuso, y promover la inclusión digital con foco en los más vulnerables.Un software de IA capaz de generar una liquidación laboral o redactar una demanda en segundos no puede ser privilegio de un estudio jurídico de Puerto Madero. Tiene que poder estar disponible también para un delegado sindical, para un trabajador que pelea por sus derechos, para un juez laboral en el interior del país.
La democratización del conocimiento no se hace con barreras, se hace con puentes.
IA para el pueblo trabajador
- El mundo del empleo necesita IA no para reemplazar personas, sino para potenciarlas.
- Un repartidor que pueda usar una app con IA para saber si su contrato es fraudulento;
- Un sindicato que use modelos predictivos para anticipar despidos o tercerizaciones;
- Un Estado que automatice inspecciones laborales con algoritmos entrenados para detectar evasión;
Un trabajador informal que pueda consultar sus derechos con un chatbot legal gratuito.Todo eso ya existe. Pero no está a disposición del pueblo. Y si no democratizamos la IA, vamos a reproducir la misma lógica de exclusión con una nueva herramienta de poder.
El peligro no es la IA. El peligro es que la IA no sea para todosLa historia ya nos enseñó que cuando una tecnología queda en manos concentradas, se convierte en una herramienta de desigualdad. No repitamos el error.
Hagamos de la IA un bien público, un derecho digital básico, una herramienta accesible para cualquier trabajador, sin importar su lugar, su oficio o su nivel educativo.La IA no puede ser una caja negra con llave custodiada por CEOs. Tiene que ser una ventana abierta al conocimiento colectivo, al servicio de la justicia laboral, de la transparencia, de la inclusión y del trabajo digno.
La Argentina tiene una oportunidad histórica. Podemos hacer que la revolución digital no deje a nadie afuera. Pero para eso, la clave es clara: inteligencia artificial sí, pero con acceso popular, control democrático y finalidad humana.