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Eso del riesgo país

Como dijo alguna vez el Carlos de La Rioja y como siempre cabe recordar, todo es obra de una casualidad permanente.
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Por Eduardo Aliverti para Página12 | 

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Eso del riesgo país
27.12.2018 18:16 | Como dijo alguna vez el Carlos de La Rioja y como siempre cabe recordar, todo es obra de una casualidad permanente.
 
El problema es que son casualidades que caen, también como casi siempre, en un mismo sentido.
 
Que la Cámara Federal haya confirmado el procesamiento con prisión preventiva de Cristina; que haya resuelto dejar afuera de la presunta asociación ilícita a los principales empresarios procesados; que la  excepción a esto último sea la de un empresario K, Gerardo Ferreyra, quien permanecerá detenido; que sí se haya revocado la falta de mérito a los empresarios de segundas líneas; que la Cámara cite como “testimonios de la realidad” a los ocho cuadernos de Oscar Centeno fotocopiados de unos originales que se quemaron, y se puede frenar aquí aunque la lista de barrabasadas siga y siga, es un atentado jurídico señalado como tal desde algunos sectores de la propia prensa oficialista.
 
¿Esos medios tuvieron un ataque de independencia analítica?
 
No.
 
Simplemente, saben que todo es un mamarracho legal desde el comienzo. Que una cosa es emplear el artilugio judicial-mediático para arrinconar a CFK, y otra muy distinta no advertir que las proporciones de este adefesio se les volverán en contra apenas se dé vuelta la taba. 
 
De eso, de la taba dada vuelta, ya dieron cuenta unas decisiones de la Corte Suprema que, como buen poder monárquico constitucional encerrado en su burbuja cesarista, toma nota de tiempos cambiados. Aquello de que la Justicia, la de los tribunales decisivos, es permanentemente oficialista salvo que la atmósfera político-electoral empiece a advertir que no conviene. 
 
En esta oportunidad, los supremos fallaron que un índice de actualización jubilatorio debe ser el más perjudicial para el Gobierno y que el poder de su presidente Corona de Rosas, el hombre directo del macrismo, necesita ser recortado hasta el punto de no poder designar ni a su chofer.
 
Otro símbolo de ese cambio de humor tribunalicio es la solicitud de la fiscalía para citar a indagatoria al impresentable ministro de Defensa, el milico Oscar Aguad, quien al frente de la ex cartera de Comunicaciones intervino en perdonarle una deuda de 4 mil millones de pesos al Correo Argentino, de la famiglia Macri. Gerardo Pollicita, el fiscal avalado por el juez Ariel Lijo, no es justamente alguien al que pueda señalarse como kirchnerista. En su escrito plantea la responsabilidad del milico en un arreglo “espuriamente concebido”, con el objeto de “beneficiar” a la empresa postal de los Macri a través de un “compromiso abusivo” del patrimonio público. La causa del Curreo, en fin, pero en puño y letra de un amigo del Gobierno en un ámbito donde los amigos son como los principios de Groucho Marx.
 
Y para retornar, ¿el fallo de la Cámara contra la ex presidenta contradice la visión extendida de que hay una avanzada contra el gran empresariado contratista de obra pública, para favorecer a las corporaciones estadounidenses?
 
No.
 
Es sólo que mata dos pájaros de un tiro: las empresas locales aparecen “aleccionadoramente” ceñidas por el dictado que ejerce La Embajada sobre los jueces afines, y a la vez se deposita toda la artillería contra Cristina. 
 
Un tercer pajarraco sería la casualidad entre esa sentencia de segunda instancia y el modo en que sirve para (intentar) el ocultamiento de un año económico que termina en desastre. 
 
Lo ratificado en Cámara será temáticamente pasajero: Cristina no deberá ir presa por ésta ni por ninguna otra causa a lo largo de 2019, porque la oposición no concederá quitarle fueros hasta tanto no haya sentencia firme y porque los tiempos procesales no dan para que eso ocurra. Esto es la Argentina, de todas maneras y si es por la capacidad de sorpresa que nunca deja de deparar para bien y mal. 
 
En cualquier caso, lo innegable es un marco donde, por ahora, a los cambiemitas no les queda mucho más que alinear todas sus armas electorales con foco en la corrupción K y el peligro de la vuelta al pasado. 
 
De hecho, Macri acaba de avisarle al obispado, ante la preocupación por el alarmante aumento de la pobreza, que no se vaya porque ahora viene lo peor.
 
El Gobierno, en principio, se aseguró un final de diciembre controlado en las zonas y barriadas más explosivas, particularmente del conurbano bonaerense. Inyectó fondos coyunturales a lo pavote, junto con un despliegue de fuerzas represivas nunca o pocas veces visto. Y la gran protagonista del ajuste no está frente a hechos específicos como los del corralito. 
 
Hace 17 años, ese disparador puntual sacó la clase media a la calle bajo, entre otras, la consigna de que entre piquete y cacerola la lucha era una sola. Nada de eso sucede en la actualidad, de ser por acontecimientos inminentes. Y hasta podría ser que cierto espejismo injustificable, pero no incomprensible, renueve las chances electorales de Macri. Un poco de turismo, un poco de consumo, un poco bastante de cosecha a partir de marzo/abril y los dólares extorsivos del FMI, garantizando llegar a los comicios sin la lengua técnica afuera, es la fórmula de Casa Rosada para creer en los Reyes Magos 2019. 
 
Si hay unidad amplia del espacio peronista y adyacencias combativas que no vienen de esa cultura; si ceden los egos; si rigen compromisos programáticos; si la dirigencia política entiende que el país no resiste otro período macrista y que eso significaría mucha más gente en deterioro sin perspectivas siquiera de amortiguación, no habrá fantasía económica que cuaje, ni desfiles judiciales, ni operaciones mediáticas que impidan que se vayan.
 
Aun en esa mejor de las posibilidades, en 2020 y gobierne quien gobierne el camino al default es prácticamente irreversible. El ajuste requiere de más ajuste, los intereses de la deuda son imparables, los bonos continúan dolarizándose, los recortes en el gasto público –de por sí impresionantes– llevarán a que 2018 parezca un chiste.
 
El indicador macro al que menos atención se le presta es ese riesgo-país que, en 2001, era parte sustantiva en la incipiente patria zocalera de la tele. Entonces y hoy, cuando está en niveles récord desde que gobierna Macri, señala la confianza de la especulación financiera internacional. Es el aumento de ese riesgo lo que ya paralizó todos los proyectos de infraestructura amparados por la Participación Público Privada (PPP). De por sí era un negoción para los privados, a costa de un Estado bobo que ponía la garantía de las obras y conseguía endeudamiento externo. 
 
Ese señalador de cordialidad inversora dice que Argentina está algo menos peor que Venezuela, ya que tanto se alertó acerca de la catástrofe de ese rumbo cuando la gestión de Cristina. Todo operador de “los mercados”, digan lo que digan los medios oficialistas, transmite la seguridad de que Argentina no podrá pagar. Está en los diálogos reservados, en la Bolsa, en lo que expresan todas las estructuras gerenciales de las mayores corporaciones.
 
Ni siquiera hay un programa económico como tal. Nada, de nada. Sólo se trata de cumplir con el Fondo y achicar el déficit sin plan alguno de reestructuración productiva. Apenas reprimarizar la economía. Apenas unos versos de lo que podría representar Vaca Muerta, para cuando lo muerto ya haya sucedido.
 
Fue en Clarín, el mayor ariete gubernamental, donde se leyó el jueves pasado, con la firma de Fernando González, que ya no es riesgo Cristina. Es riesgo Macri.
 
Y es en la presunción de ese riesgo consolidado que los alquimistas de Cambiemos –y fugados precoces– diseñan adelantos de elecciones distritales. Quieren despegarse de la caída de imagen presidencial. Incluye a Heidi. Ya dijo que hará lo que más (le) convenga. 
 
No parecería que una implosión de Macri pudiera dejar a salvo a quienes lo acompañan.
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