Politica | POLÍTICA

Kirchnerisno culposo

Las medidas anunciadas por el ministro de Hacienda por descarte, Nicolás Dujovne, en tándem con el discurso de Mauricio Macri marcan una continuidad y una ruptura. 
  • achicar
  • agrandar
  • Imprimir
  • enviar

Por Claudio Scaletta para Página 12 | 

Imagen: NA

Kirchnerisno culposo
03.09.2018 16:46 |  Las medidas anunciadas por el ministro de Hacienda por descarte, Nicolás Dujovne, en tándem con el discurso de Mauricio Macri marcan una continuidad y una ruptura. La continuidad es la persistencia en un diagnóstico errado sobre las causas de la situación económica del presente. La ruptura es el set de políticas propuestas para superarla.
 
El diagnóstico, tanto del primer mandatario como de su ministro residual, es que el país necesitaría tres consensos básicos. A saber: equilibrio de las cuentas públicas, trabajo formal como herramienta de desarrollo y un Estado sin corrupción. Resulta evidente que el punto clave de la tríada es el equilibrio de las cuentas públicas como panacea para el combate de todos los males. Lo de trabajo de calidad es relleno discursivo, especialmente en un gobierno que reemplazó trabajos de calidad por trabajos precarios y dónde el único repunte fue el del monotributismo, incluido el social. El tercer consenso es el discurso remanido para continuar estigmatizando a la oposición y, también, el reconocimiento del desastre económico provocado por la desprolija operación de “los cuadernos”, que habrían afectado la confianza del mundo en la Argentina al advertir que el país sería un foco de corrupción en todos los estamentos.
 
También se abundó en la idea transitada de que el shock económico provocado desde el cambio de gobierno no es la causa de la crisis del presente, sino que por el contrario evitó “ser Venezuela”. Luego se rescató el Plan Bomba inventado por Clarín, aquel de la “crisis asintomática” para decir que la bomba estalló recién ahora. Lo insólito de la caracterización y ataque a la oposición es que convive con el pedido de compromiso “a todos los sectores de la sociedad” incluidos los principales líderes opositores. Al parecer el oficialismo pretende construir una oposición a su imagen y semejanza centrada en la fracción de la derecha peronista y panperonista, minoritaria en las urnas. Un llamado a la unidad por lo menos singular, donde los que no están de acuerdo serían corruptos. A decir de Dujovne integrantes de “un gobierno que saqueó a la Argentina y financió la fiesta a costa de las obras infraestructura, la energía y de liquidar las reservas del Banco Central”.
 
El otro tópico repetido fue el de “veníamos bien, pero la situación cambió: nos agarraron todas las tormentas juntas”, algo que según Macri “no podíamos prever”. Las “tormentas” fueron la sequía del campo, el aumento de los precios del petróleo, la suba de la tasa de interés de Estados Unidos, y las disputas comerciales entre Estados Unidos y China”. Es verdad que una sequía no se puede predecir del todo, pero no puede decirse lo mismo de los restantes tres problemas, que no fueron imponderables, sino el producto de la mala lectura del escenario global. El resultado fue apostar por el triunfo de Obama, por una globalización irrestricta que ya no existe y, luego, no tener la cintura política necesaria para readaptarse al cambio de condiciones. Finalmente el aumento de las tasas de interés fue el más preanunciado de los últimos años y se preveía todavía antes de que Trump ganara las elecciones.
 
Lo que sucedió fue lo que advirtieron los analistas económicos que no tienen contratos con el Estado: la política económica eliminó las herramientas que permitían defenderse de “las tormentas”. Luego, la mala praxis, como el súper endeudamiento en divisas, la eliminación de la obligación de liquidar exportaciones, dejar correr la cotización del dólar y el desfinanciamiento del Estado agravaron el panorama. Mauricio Macri se equivoca cuando repite con ingenuamente “no lo podíamos prever”. Los inversores internacionales, en cambio, leyeron perfectamente que Argentina no estaba generando los condiciones para el repago de una deuda que no dejaba de crecer. Fue luego de descerrajar decenas miles de millones de dólares por el entusiasmo generado por el nuevo gobierno pro empresarial, en teoría para financiar el gradualismo. El desencanto suele ser la posdata del exceso de optimismo. Por esta razón se cortó el flujo de dólares financieros que dio origen a la corrida sin fin iniciada en abril. Ni la lira turca, ni el castigo a los emergentes, ni la situación de Brasil, sinó las altas tasas emergentes de la bonanza de la economía estadounidense.
 
Pero el objetivo de fondo de los discursos, tanto de Macri como de Dujovne, no fueron estas explicaciones, sino acentuar la necesidad de acelerar los equilibrios de las cuentas públicas internas. La insistencia fue que “no podemos seguir viviendo por encima de nuestras posibilidades” y “debemos pagar la fiesta” para, en adelante, “sacarle la mochila del Estado a la gente”. Un abuso del copy&paste.
 
Sobre la base de la nueva realidad, el dólar a 40 y el riesgo de default, se decidió acordar con el FMI un nuevo plan “que –según Macri– despejará todas las dudas”. Es un hecho que la macroeconomía de los próximos meses traerá más recesión, inflación, caída de los ingresos y pobreza. También que se disparará el déficit financiero, ya que el 70 por ciento de los intereses a pagar son en moneda dura. Sólo en los primeros 7 meses del año se pagaron por servicios de deuda más de 250 mil millones de pesos, 65 por ciento más que un año antes. Esta es la verdadera bomba. No habrá recorte del déficit primario que alcance para compensar la espiralización del financiero.
 
Con este marco, las acciones para combatir el déficit o alcanzar el “equilibrio fiscal” son, sucintamente, una sumatoria de medidas kirchneristas culposas. La primera y más importante es el restablecimiento de gravámenes sobre las exportaciones. No se le llamarán retenciones, sino “derechos de exportación” y serán de suma fija. Para ello se bajaron las retenciones a la soja del 25 al 18 por ciento, es decir se adelantó el programa de reducción gradual que debía finalizar a fines de 2019, y sobre el saldo se aplicará un gravamen de 4 pesos por dólar exportado a todos los productos primarios y a los servicios (es decir de casi el 10 por ciento al tipo de cambio de hoy, con lo que la soja, por ejemplo, tributará el 28 por ciento). Para las exportaciones agropecuarias rige desde hoy y para las de servicios desde el 1 de enero de 2019. Nada se dijo de si las medidas también alcanzarán al adelanto de declaracienes por 6 millones de toneladas realizadas por las grandes exportadoras en los últimos días y con el fin evidente de eludir el nuevo tributo. Al parecer dispusieron de información de primera mano, pero corrupción siempre es lo que hacen los otros.
 
El resto de las exportaciones tributarán un derecho de 3 pesos por cada dólar. En términos generales sorprende que el derecho no se haya establecido como porcentaje, ya que su magnitud podría ser desvirtuada por las variaciones cambiarias. El tributo es culposo porque se lo anunció como “sabemos que es malo, malísimo, pero es una emergencia y necesitamos la contribución de todos”. Por lo tanto será transitorio. Sólo correrá para 2018 y 2019. Ya que en 2020, como decía Keynes, todos estaremos muertos.
 
Las restantes medidas son la reducción de los ministerios a la mitad, un acto casi simbólico, pero que avanza en el vaciamiento de las funciones del Estado, el traspaso de los subsidios del transporte a las provincias, el refuerzo a la AUH y otros programas asistenciales durante los meses de septiembre y diciembre, la asistencia a comederos y merenderos y, atención, un nuevo sistema de precios cuidados. También se reforzarán programas como el Estado en tu barrio, el cuidado de los precios de los medicamentos para los jubilados y una nueva etapa de créditos de la Anses.
 
El objetivo, según dijeron Macri y Dujovne, es llegar al déficit primario cero en 2019 (en el primer acuerdo con el FMI era de -1,3) y a un superávit en 2020.
 
Finalmente, el gobierno también embistió contra un enemigo imaginario: “los predicadores del miedo”, los que “se oponen o se resisten al Cambio”. Curiosamente, Macri lo dijo después de afirmar que sus medidas de kirchnerismo culposo (e incompleto), surgieron tras haber “escuchado a los que piensan distinto”. 
  • achicar
  • agrandar
  • Imprimir
  • enviar


[email protected]
Santa Fe

Copyright 2011 | Todos los derechos reservados.