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Metodologías

Después de las elecciones legislativas el gobierno de Cambiemos salió decidido a impulsar iniciativas simultáneas en todos los frentes.
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Por Washington Uranga para Página 12 | 

21.11.2017 13:21 |  Después de las elecciones legislativas el gobierno de Cambiemos salió decidido a impulsar iniciativas simultáneas en todos los frentes (derechos laborales, régimen impositivo, justicia y otros), con el propósito explícito de modificar de raíz criterios y derechos consolidados en la sociedad argentina durante décadas. Esto es lo que Cambiemos denomina volver a la “normalidad”. Es decir, reinstalar de manera brutal y de la forma más rápida y expeditiva posible, un conjunto de disposiciones legales que consoliden y formalicen normativamente los avances de los sectores de poder que acompañan su gestión. Una suerte de restauración conservadora que apuntale legalmente el retroceso y, en algunos casos, directamente la abolición de conquistas populares. Tiene lógica. Cambiemos es un proyecto pensado a largo plazo. Y quienes conducen saben que la correlación de fuerzas que hoy es favorable a los grupos de poder que mandan en la Argentina no será eterna. Todo puede cambiar en plazos que son siempre difíciles de predecir en la política. En ese momento los que ahora se ven favorecidos (grupos económicos, corporaciones de todo tipo) se llenarán la boca con el discurso de “defensa de la democracia” y, actuando siempre a favor de sus intereses, seguramente se van a atrincherar en la “legalidad”, la “institucionalidad” y la “seguridad jurídica”. La misma que hoy desprecian, avasallan y atropellan con sus conductas políticas y acciones en la gestión de gobierno.

En nada de esto hay improvisación. Cambiemos está llevando a la práctica una metodología ensayada y experimentada primero en la ciudad de Buenos Aires y luego perfeccionada en los dos últimos años a nivel nacional.

He aquí algunas tácticas utilizadas. No son todas pero alcanzan para dejar en evidencia una metodología de pragmatismo político que arrasa con derechos sociales históricos pero también con tradiciones políticas con el argumento de la modernización y el látigo de la chequera. El verdadero propósito es vencer las resistencias hasta destruir a los adversarios, atacando sus fortalezas y debilitando sus bases de sustentación. Porque detrás de la apariencia del diálogo y los “consensos” anunciados por el presidente Mauricio Macri no hay, en realidad, vocación de intercambio desde la diversidad. Todo lo contrario: la medida del éxito es el sometimiento del adversario, el silenciamiento del diferente. Si es posible hasta su humillación y aniquilación. Desde la perspectiva de los estrategas de Cambiemos y más allá de sus manifestaciones discursivas, no hay éxito cuando, a través de los intercambios y las mediaciones, se arriba a un resultado novedoso en el que todos ponen y todos ganan. Aquí los ganadores están siempre del mismo lado y a los perdedores nunca se les permitirá salir de esa condición. Lo mismo se aplica para los dirigentes políticos derrotados como para aquellos ciudadanos que en otro tiempo “creyeron que con su sueldo podían renovar su teléfono celular, comprar electrodomésticos y viajar al exterior”.

Táctica uno. Lo dijo en su momento el ahora senador electo Esteban Bullrich mucho antes de perder el habla, como le sucedió durante la campaña electoral pasada. Entonces dejó claramente expresada la idea central: abrir simultáneamente muchos frentes y estudiar su evolución. Es la manera de generar un ofensiva que confunda al adversario y esconda los verdaderos propósitos de la ofensiva. Finalmente el Gobierno solamente avanzará para imponer su criterio en aquellos temas que le importan realmente, mientras el bloque opositor, dividido en sus intereses, se hace frágil en la resistencia.

Táctica dos. Se aplica tanto en lo macro como en lo micro. Podría denominarse como la táctica del “error involuntario”. Es una manera de mostrar un costado humano de la gestión. Se verbaliza como “somos humanos, no somos infalibles”, “estamos aprendiendo”. Refuerza también la idea del “diálogo”. En realidad se trata de un movimiento de pinzas absolutamente premeditado. Se hace una propuesta de máxima y se analizan las reacciones. Sólo se retrocede si hay resistencias pero teniendo claro desde el momento inicial cual es el piso que se pretende alcanzar y que el Gobierno nunca resignará. Así ciertos dirigentes gremiales hoy pueden decir que “ganamos” porque el Gobierno no logró “todo lo que pretendía”, aunque el resultado final sea un retroceso respecto de derechos ya vigentes y conquistados desde antaño con muchas luchas populares. Varios gobernadores con arcas vacías aseguran que firmaron un pacto fiscal “muy beneficioso”. La misma fórmula se aplica para la dirigencia política opositora cada vez que Cambiemos arremete tanto con decisiones de gestión como con iniciativas legislativas. En última instancia y para forzar el cierre de los acuerdos no hay que descartar, en casos “necesarios”, la extorsión con diferentes recursos: presupuestarios, económicos, carpetazos, etc.

Táctica tres. Justicia mediática. La cadena privada de medios oficialistas, actuando a través de voceros calificados, inicia juicios mediáticos, sin la necesidad de investigaciones y, muchos menos, de pruebas. Basta con sembrar sospechas (algunas con bases ciertas y otras no necesariamente) o de inventar directamente situaciones que abonen el desprestigio de quienes, en el frente político, en el gremial, en el periodístico o en el de los negocios, son considerados responsables de “poner palos en la rueda” al proclamado “despegue” de la Argentina. La acción puede ser suficiente. Pero si no lo es entra a operar el equipo de Comodoro Py para poner en vereda a los díscolos. No hacen falta las condenas, porque para eso es necesario aportar pruebas que las urgencias del poder no admite. Bastan las acusaciones de todo tipo, incluso la insostenible configuración de “asociaciones ilícitas” y los consecuentes operativos de detención siempre prolijamente escenificados y televisados en directo. Nada de esto le ocurrirá a quienes están de lado del oficialismo, aunque pudieran estar incursos en situaciones análogas. El blindaje mediático y judicial se aplica a modo de indulto en ese caso. Se puede decir que esta es una táctica de amedrentamiento social y cultural colectivo. Todos estamos advertidos que quien esté dispuesto a “poner palos en la rueda” (porque protesta, porque reclama o porque denuncia) puede terminar en la cárcel por determinación mediático-judicial.

Táctica cuatro. Consiste en pregonar la continuidad de programas e iniciativas que fueron socialmente exitosos durante los gobiernos anteriores, mientras los mismos programas se desfinancian, se les quita personal por despidos o traslados, o directamente se los desguaza en sentidos y capacidad operativa. Propósitos y acciones que serán sistemáticamente negadas por sus propios operadores. También a modo de ejemplo: se anuncia la “ampliación de la política de derechos humanos” para hacerla “completa” e “integral”, mientras se avanza con el inocultable propósito de dejar atrás la bandera de “memoria, verdad y justicia” sostenida por las organizaciones defensoras de los derechos humanos, cuya presencia es altamente molesta para el Gobierno de Cambiemos.

Los recursos metodológicos son muchos y diversos. La suma y de estas y otras tácticas configura una estrategia en la que no hay acciones aisladas o improvisación. Podremos seguir enriqueciendo la lista con ejemplos que ilustren el modo de actuar del Gobierno y de Cambiemos. Es un ejercicio necesario para comprender y desentrañar no solo la estrategia de los factores de poder que hoy gobiernan, sino fundamentalmente para ejercitar la manera de revertir el proceso de destrucción de derechos que están concretando en el país. En consonancia también con lo que sucede en el contexto internacional.
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